lunes, 7 de marzo de 2011

Almaraz, pescando voy, pescando Bass.

¿Debemos madrugar, Tasio? –Esta fue mi pregunta cuando mi hermano Anastasio y yo habíamos decidido salir por primera vez este año a pescar- A pescar con mosca.
Desde hace varios meses, no hemos efectuado ninguna salida. Quizá por el frio, quizá por razones de actividades afines y que no nos han permitido el tiempo necesario para poder ir. Puede que también sea porque hemos madurado ya lo suficiente, como para tomarnos esta afición con pensamientos de expertos y sepamos cuándo es la mejor ocasión o el mejor momento. (A cinco de marzo no se encuentran demasiados lugares con garantías para poder practicar.) No obstante, decidimos hacer una salida. Una excursión a algún lugar que nos ofreciese buenas expectativas o posibilidades de conseguir alguna captura. En definitiva, de pescar. No nos importaba mucho la especie, ya qué, lo que pretendíamos era salir de pesca y dejar la rutina acumulada tras el tiempo sin practicar nuestra más apasionada actividad. Mi hermano opinaba lo mismo que yo. El frío… es un problema importante, significativo, pero que no nos podía echar atrás. Más para el pez, que para quien los pretende apresar. ¿Qué especie apetecíamos pescar? Los lucios ya no son tan abundantes allí donde les acostumbrábamos a tentar (me decía Tasio) y podría resultarnos un tanto aburrido si las capturas se hiciesen desear. (Aunque nuestra prioridad no es absolutamente la de pescar y pescar.) Los ciprínidos, por estas fechas están demasiado profundos e insondables para nuestras moscas, y era fácil que no hubiese capturas salvo en cuestión muy eventual. Aún nos quedan varias semanas para tentar las truchas. La veda está por terminar. Otra posibilidad, era la de irnos allí donde las aguas estén ya aumentando su temperatura y por lo tanto, los peces, comiencen antes la (por nuestra parte) ansiada actividad. Tasio y yo estábamos de acuerdo. Había que buscar aguas que fueran más cálidas que en nuestra zona y lugares cercanos más habituales. –Nos iremos a Cáceres, Extremadura. Pescaremos el Bass- No hay duda, a mi hermano le encantaba ir al Bass en estos días fríos antes del comienzo de la primavera y, allí sería un buen lugar.

Hacía mucho tiempo, casi dos años, que no visitábamos la Central Nuclear de Almaraz. Allí se está, (en esta fría época) con la cara fresquita y el culo caliente. Los peces tienen allí todo el año plena actividad. Barbos, Carpas y Bass, abundan por sus cálidas y “tropicales” aguas. Donde es una verdadera gloria estar. Si no sientes el “yuyu” de tener tan cerca las torres de una central nuclear. Yo, personalmente creo que es bueno para el reuma y otras afecciones articulares, y lo demás, me tiene sin cuidado. No siento una especial discrepancia por este lugar y siempre es grato que dentro del agua no se esté tan mal. Con el vadeador tienes mucha orilla por pescar y la afluencia de pescadores (de los que solo vimos cuatro o cinco pescando a fondo) no es objeto de preocupación. Son kilómetros de orilla para andar e intentar mover algún pez con los señuelos que habíamos preparado para la ocasión. Soy de esos que montan las moscas para ese mismo día, y cada vez llevo nuevas las moscas que voy a utilizar. Me da igual la especie que sea. Yo las vuelvo a montar. Es una ridícula manía, lo reconozco.

Llegamos al pueblo de Almaraz hacia las 09.00 h, decididos a comprar unos bocadillos en la gasolinera que hay en la subida de la salida del pueblo y tomarnos un café calentito, pues la mañana lo pedía.
Conocíamos el lugar en que otras veces habíamos pescado e hicimos por éste. Allí llegados nos acordamos de nuestro amigos que hoy no nos pudieron acompañar. Javier y César, habituales en nuestras jornadas de pesca y acostumbrados a pescar a la par, dos a dos.
Puestos los vadeadores y entrados en el agua por el lugar escogido y que nos pareció el más idóneo para comenzar, nuestro gesto y expresión fueron al unísono. ¡¡¡Qué calentita está!!! Abrimos nuestras cajas y Tasio se fijó en uno de mis señuelos con forma de rana de color negro. –Pásame una de esas que lo voy a intentar– Vale, yo pondré el mismo y según los resultados iremos cambiando. Éstos no se hicieron esperar y a los pocos lances ya habíamos conseguido los dos alguna captura y así continuamos con el mismo señuelo cosechando una tras otra, Bass tras Bass. La mayoría de pequeño tamaño, pero muy combativos. Hubo alguno que superó los treinta centímetros y los 0.700 kgm. De peso. (Claro, esto a ojos de buen mosquero) Pero las piezas clave aún estaban por llegar. Tras unos minutos en que la inactividad se había vuelto monótona y cambiado algún señuelo, llegamos a un lugar en el que había bastante vegetación y palos de cercados sumergidos. Lugar sin duda que nos pareció nos ofrecería alguna pieza de importancia. En ese momento yo llevaba puesto un Popper muy bonito, de colores amarillos y naranjas, que había confeccionado con mucho mimo y que me había proporcionado un par de capturas, aunque de pequeño tamaño.



Tasio continuaba con su rana negra y ya había sacado un Bass muy majo de muy cerca del kg. De peso. Estaba pletórico con todas las capturas que había y habíamos realizado (más de veinte, sin lugar a dudas) y estábamos dando las últimas antes de decidirnos terminar esta jornada de pesca. Resolví cambiar el señuelo por la susodicha rana e intentar los últimos lances con ella, despidiéndome así de este magnífico lugar sus orillas, sus maravillosas plantas con flores aún sin haber llegado la primavera. Una especie de orquídea (Ophrys Tenthredinifera) me llamó la atención y le hice unas fotos para el recuerdo. Muchas veces no
vemos lo maravilloso que puede ser un lugar, las cosas bonitas que se esconden, que nos pasan desapercibidas y que también es pescar.
Pero vuelvo al relato. Puesto de nuevo el señuelo de foam negro, con plumas negras y patas de tiras de goma negras, jaspeadas de amarillo, ojos móviles saltones, que según Tasio, son los que más llaman la atención hacia él de estos depredadores. Me propuse hacer el lance hasta aquel agujero entre la vegetación de espadaña. Habría unos diez metros, y estos señuelos de poco peso se lanzan bien y sin dificultad. Acostumbro (una vez caído en el agua) a darle pequeños tirones de unos centímetros cada vez para animar al pez a picar. En esta ocasión no sé si llegué a darle dos o tres. Salió fuera de la superficie como un misil, llevándose el señuelo en su boca tan dentro que no se le veía asomar. Los saltos que daba eran espectaculares y las alabanzas de mi hermano hacia aquel hermoso pez… os las podéis imaginar. Las fotos con la pieza dan fe de la que es un hermoso ejemplar. (Que volvió después de la corta sesión fotográfica a su medio para que alguien más lo pueda volver a capturar.)

Los que siguieron después, fueron otros dos más también muy bonitos, pero decidimos terminar con este buen sabor de boca dándonos por satisfechos y regresando al lugar de donde habíamos partido y que nos quedaba a cierta distancia, ya que habíamos andado cerca de tres km desde donde habíamos comenzado. Volvimos por un sendero vinculado a la orilla del pantano. La conversación es la que se puede esperar de dos pescadores satisfechos que regresan orgullosos y concienciados, sensibilizados con el entorno y de que no son los mejores pescadores del mundo, ni siquiera del lugar, pero qué bien sabemos pescar.
Paco Redondo.